Jesucristo a fin de que la iglesia tampoco pierda ese amor por Cristo. No hay sustituto para el amor que debemos entregar al Señor Jesucristo. Es nuestro deber primordial y más fundamental. Los creyentes de Efeso pensaban que su ortodoxia doctrinal era suficiente. Pero no lo era. Si nosotros no protegemos activamente y cultivamos nuestro amor por Dios y Cristo, todos los otros amores se desvanecerán: nuestro amor por los creyentes, nuestro amor por los necesitados, nuestro amor por los perdidos,
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